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Escritor, periodista y gestor cultural colombiano.

lunes, 16 de marzo de 2015

BIBLIOTECA – ESCUELA





Les comparto una experiencia muy memorable, corresponde a la primera sesión de lectura del proyecto Biblioteca - Escuela. Resultó ser uno de los encuentros más fascinantes en los estudiantes vinculados, ya que muchos de ellos desconocían de los contenidos de literatura infantil y a su vez, distinguir entre los géneros de cada una de las obras, además que era la primera vez que este grupo de 32 niños visitaban nuestras instalaciones.
Desde un principio, luego de dedicar tiempo en lecturas y relecturas de los contenidos literarios de la colección semilla, se hizo selección de dos obras que por sus características poseen importancia, por lo bien que están escritas, por las riquezas literarias en sus historias y la relación de estas con sus llamativas ilustraciones, además de ser por legado unos verdaderos clásicos de la literatura infantil, me refiero a “Donde viven los monstruos” del escritor e ilustrador Maurice Sendak, por otro lado, ¿A qué sabe la luna?, de Michael Grejniec.
Se buscó la manera de enamorar los estudiantes de los libros y pensamos en esas obras en las que hacemos mención, aunque éramos conscientes de que se requería de un proceso muy activo, muy constante en la relación de estudiantes con los libros. Se buscó que, durante las lecturas en voz alta, los alumnos estuvieran conectados con la atmósfera en la que daban movimiento los personajes. Así que constantemente, nos deteníamos y recurríamos a formular muchas preguntas con respecto a los contenidos de las historias, era necesario romper el silencio, era necesario en ciertos lapsos, alterar ese circuito imaginario que va desde el niño hasta el libro y ubicarlo en la realidad, vincularlo con esta misma y volverlo a llevar a ese escenario de la imaginación, para así lograr una interacción ajustada y una mejor interpretación de los contextos, hechos y situaciones que iban apareciendo al pasar de cada una de las páginas.
Fue clave la motivación, el gusto por los libros se empezó a adquirir desde ese entonces. Los estudiantes frecuentaban la biblioteca para cada actividad programada y cuando por circunstancias ajenas no era posible trasladarlos, nos encargábamos de llenar nuestros morrales de libros y dirigirnos hasta la institución educativa en la que estaban, allí les dedicábamos tiempo, entre juegos, rodas y lecturas en voz Alta.

Por:
Bayron Araújo Campo
Promotor de Lectura y Escritura.

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