Escrito por la
australina, Mem Fox, ilustrado por Julie Vivas.
1988 Ediciones Ekaré.
Traducción: Gabriela
Uribe.
Narra
la historia de Guillermo Jorge Manuel José,
un niño con cuatro nombres, que vivía al lado de un hogar para ancianos
y conocía a todos los que allí vivían. Cuando descubre que la señorita Ana
Josefina Rosa Isabel ha perdido la memoria, el niño emprende una búsqueda para
recuperar los recuerdos de su amiga.
Es
una obra que en su contenido, posee un ritmo que hace muy fluida la lectura, un
ritmo divertido que se conjuga con las hermosas ilustraciones de Julie Vivas. En cierta forma, despierta
el interés de cualquier lector que aborde la historia, sobre todo por perseguir
su final, pasando por cada una de las situaciones que le dan movimiento a la atmósfera
del cuento y así descubrir la manera como el personaje logra recuperar la “memoria”
de su amiga favorita, la señorita Ana Josefina Rosa Isabel, (y es realmente su amiga
favorita, ya que tiene cuatro nombres igual que él).
La
curiosidad del personaje principal toma mucha importancia en la historia y lo
que significa para él cada uno de los personajes segundarios; en lo que le
cuentan, en la amistad, en el accionar, en la constante interacción y la
diferencia de unos con otros. Vemos a un niño que de la forma más inocente y
poética, se sumerge en la profundidad del recuerdo de la Señora Ana, quien ha
perdido su memoria. Guillermo aprende de los ancianos, además de gozar sus días
en compartir tiempo con ellos y a su vez, cultivar cada una de las actividades
que más han gustado y practicado en todo el transcurso de sus vidas; como lo es
el deporte del beisbol, las tardes de
piano, los cuentos de miedo que le contaba el señor Tancredo, además de
hacerles mandados al señor Herrera, el cual caminaba con bastón de madera y
admirar al personaje; el señor Tortosa Escalante, que tenía voz de gigante.
Es
un libro que va destinado para todas las edades, más que todo buscando que en
los niños pueda prevalecer esa importancia de la “memoria”, y de igual forma ese acercamiento con los
ancianos de su entorno, de descubrir sus pasados y conocer mucho de sus vidas,
de manera que se pueda adquirir sus enseñanzas y puedan transmitir sus valores.
Por:
Bayron
Araújo Campo
Promotor de Lectura y
Escritura.

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